Centro Nacional de las Artes | Revista Digital del CENIDIAP | Número 2 | Diciembre 2001-febrero 2002

 

 LAS ACADEMIAS DE ARTE  / Antecedentes de la enseñanza del diseño

 Pilar Maseda / Investigadora del CENIDIAP

Síntesis de los momentos más importantes vividos por la institución académica a nivel mundial, pasando por el recorrido de la Academia de San Carlos que, cuya historia y quehacer, como el de muchas otras, es necesario enmarcar en la perspectiva de la profesión del diseño, pues es frecuente olvidar que alguna vez el arte tuvo funciones mundanas

 


Palabras clave: Diseño, dibujo, artistas nacionales, academia, conocimientos técnicos, educación artística

 

El Palacio de Cristal, con su profusión de vidrios y su airosa elegancia, rompió radicalmente con la arquitectura que había dominado antes.

 

Leonardo da Vinci abre en 1507 la primera academia de arte. Aunque no funciona como escuela, Leonardo hace revolucionarios planteamientos sobre la educación del artista. Pretendía transformar el arte en una ciencia, alejándolo de las artes mecánicas (artesanías), para lo cual era necesario convertirlo en el "arte del disegno". Sólo a través de él se podría proceder científicamente, al hacer posible la planeación basada en la precisión matemática. Para Leonardo el dibujo es, ante todo, un instrumento de investigación, y así lo utiliza en su producción artística. A partir de ahí el dibujo se constituirá en la base pedagógica de todas las futuras academias.

Vasari funda en 1536 la Academia del Disegno, primera academia de arte propiamente dicha, dotada de normas, y en la cual se introduce formalmente la enseñanza. Lo que más importaba para los artistas participantes era el disegno, esa "espressione e dichiarazione del concetto che sia nell animo".

Ghiberti hace una avanzada propuesta para la formación de pintores y escultores, la cual representa una prueba de la intención de elevar el arte al carácter de actividad intelectual. Exige un conocimiento bastante profundo de las siguientes artes liberales: gramática, geometría, filosofía, medicina, astrología, perspectiva, historia, anatomía, teoría del dibujo y aritmética.

En Roma es fundada en 1593 la Academia de San Lucas, la cual va a tener una larga vida y una significación especial para el resto de las academias europeas y para la Academia de San Carlos de México. Su objetivo principal era el educativo.

La porcelana esmaltada de la fábrica del gobierno francés en Sévres agradó tanto a la reina por su gusto que le "daban ganas de comprarla toda".

Las monarquías absolutas impulsarán enormemente las academias durante los siglos XVII y XVIII. Son nuevos tiempos —los del mercantilismo— con nuevas ideas. Todas las academias tendrán entre sus objetivos el favorecer el comercio exterior del país, elevando la demanda externa de sus productos, los cuales, por ello, debían ser útiles y estéticos. Los artistas nacionales habían de mejorar su gusto para poder colaborar positivamente con los talleres y las fábricas. Con el mismo propósito se incluyeron también clases de dibujo para artesanos.

Son estos objetivos prácticos los que explican el crecimiento exponencial de las academias: en 1740 había 25, para 1791 encontramos 96 (dos de ellas en América). Ciertamente la mayoría no eran verdaderas academias, sino solamente escuelas de dibujo.

En 1648 se funda la academia francesa, la más influyente de todas. El programa incluía arquitectura, geometría, perspectiva, aritmética, anatomía, astronomía e historia y, desde luego, el dibujo era central.

Este acercamiento estrecho entre lo artístico propiamente dicho y la producción de objetos satisfactores de necesidades cotidianas va a desaparecer en el siglo XIX. El arte obtiene su autonomía y las academias se escinden de las escuelas de artes aplicadas o industriales y de las carreras de orientación tecnológica en las universidades. Ahí la arquitectura inicia su camino de separación de las academias y del arte, para pasar a ser concebida como una profesión más entre otras.

¿Qué había ocurrido? El Romanticismo, con su ideal de libertad creadora de la que sólo eran capaces los espíritus selectos, adquirió inusitada fuerza. El individualismo se exacerbó y el arte caminó hacia una mayor elitización. Para los románticos, lo que la academia neoclásica impulsaba era comercio y no arte, era sujeción y no libertad, rutina sin genialidad.

A este cambio se añadió otro más, de grandes proporciones: la revolución industrial. A partir de entonces los muebles y enseres de la vida cotidiana se fabricarán en serie y masivamente, por lo cual era imposible prescindir de la planeación del objeto antes de iniciar su fabricación, realizada ahora en cadena, con una intensa división del trabajo. Además, dicha planeación —el diseño tal como hoy lo entendemos— debía ser precisa y concienzuda. A través del tiempo la actividad proyectual incorporó una serie de disciplinas; sin embargo, las primeras que evidenciaron su utilidad al respecto y se encontraban a la mano, fueron los dibujos y las geometrías.

Aldaba con clavazón, del siglo XVI.

 

San Carlos de México

Es durante la monarquía ilustrada (siglo XVIII) que España emprende una serie importante de reformas económicas, políticas, administrativas y culturales, tanto en la metrópoli como en sus colonias. Dentro de ellas se encuentra la fundación en 1752 de la Academia de Arte de San Fernando, en Madrid.

En México el origen de la academia está ligado directamente a una necesidad práctica: acuñar moneda, desarrollando para ello la técnica del grabado. Además ésta serviría para reproducir planos constructivos de edificaciones, de caminos y canales, cartas geográficas o urbanas, etcétera.

Jerónimo Antonio Gil, académico de mérito de la de San Fernando, llegó a la Nueva España en 1778, con la encomienda real de enseñar el grabado, para lo cual estableció una escuela pública (1781). Poco después, en 1783, la corona decide fundar la Real Academia de San Carlos de las Nobles Artes (arquitectura, pintura y escultura), siendo su primer director Jerónimo Antonio Gil. En 1784 Carlos III le otorga reglas y estatutos.

Antes de ser fundada, el soberano encargó a Ramón Posada (perito en economía y fiscal de la Real Hacienda) un informe sobre la viabilidad de la academia, en el cual éste argumentó ante el rey que la institución podía dar a los artistas y artesanos, por medio del dibujo, los conocimientos técnicos y la formación dentro del buen gusto que requerían para incrementar su producción y satisfacer el consumo interno de muebles y toda clase de adornos, sin gastar plata y oro en el pago a Francia, Inglaterra y otras potencias por la importación de obras industriales.

Las pistolas españolas no faltaron entre los visitantes, quienes hicieron ver con ironía una feria cuyo tema era la paz.

 

Efectivamente, además del impulso al arte y el buen gusto, ligados con los símbolos de cultura y civilización, la fundación de la academia tuvo razones más prácticas, las cuales encontraremos reiteradas a lo largo de los años.

Al inicio de este artículo vimos la relevancia del dibujo en todas las academias, desde el Renacimiento hasta el siglo XVIII; la de San Carlos no podía ser la excepción. En ella los cursos de dibujo eran obligatorios para todas las disciplinas, y se impartían además para los artesanos.

Cuando nos encontramos con datos sobre los alumnos inscritos resulta que la inmensa mayoría cursaba solamente dibujo. En 1825 tenemos 317 inscritos, la mayoría para dibujo, 11 para arquitectura, 42 para aritmética y matemáticas; en 1844 hubo 285 solicitudes para dibujo y sólo 9 para pintura, 9 para matemáticas y 2 para aritmética; en 1845, 149 para dibujo, 8 para matemáticas, 4 para pintura, 1 para escultura y 1 para arquitectura. (Uribe, Eloísa (coordinadora): Y todo por una nación. Historia social de la producción plástica en la Ciudad de México. 1761-1910, México, SEP-INHA, 1987.)

No obstante, el proceso de desvinculación entre una y otra actividad estaba en camino, y de la misma forma que en Europa las academias habían rehusado ya unir el arte con la producción de objetos utilitarios, solamente algunos artistas incursionaban de manera importante en los aspectos decorativos, aunque siempre ligados a la arquitectura suntuaria; la Academia de San Carlos de México, si bien continuó ofreciendo clases de dibujo para los artesanos, éstas se convirtieron en una actividad definitivamente secundaria.

A este hecho se añadió el paradigma de progreso científico y técnico abrazado al igual por liberales y conservadores. Los objetivos productivos de la educación se trasladaron a la enseñanza técnica, impartida tanto en establecimientos especializados como en la educación básica general. Al respecto se lanzaron varias iniciativas en las cuales estuvieron comprometidos tanto políticos como empresarios y los propios artesanos.

Tal disyunción constituyó un grave obstáculo para el surgimiento de la profesión del diseño en México, pues, por un lado, a la educación técnica no le interesaron en lo más mínimo los aspectos estéticos y a la académica los relacionados con el entorno cotidiano.

Cerradura del siglo XVI.

 

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